Historia de Puerto Gaboto. Camino al Quinto Centenario.
El camino de Gaboto... de España al rio Cara-cara aña.
Por Prof. Ricardo N. Gonzalez.
Fotos: Itamaraca (Brasil) - Puerto Gaboto (Argentina)
Como todos conocemos, partieron de San Lúcar de Barrameda, con vientos favorables navegaron hacia la isla de Palma que se hallaba en las Canarias. Esta parte está muy bien relatada en la carta de Luis Ramírez, quien dice que “después de 7 días fondearon en el puerto de Fayal”. Pero aquí se produce un primer contratiempo, Gaboto contradiciendo los consejos del Rey permite que la gente baje a tierra y allí desertaron 4 tripulantes. Pasaron 17 días en Las Palmas. Allí se sucedieron reuniones de amigos que luego serían utilizadas para inventar complots y actos de traición. Lo cierto es que provistos de agua, leña, alimentos frescos y de 8 marineros que se sumaron, la expedición siguió su viaje. No sin antes mandar Gaboto al capitán Rifos a confiscar todas las cartas que la tripulación habíaa escrito y dejada en dicha isla para ser enviada. Hecho que causó resentimiento hacia el Capitán General. A lo cual se sumó otro incidente, no bien embarcados los capitanes le preguntaron a Gaboto cuál era el rumbo que iban a seguir y qué ruta tomarían?, el Capitán General se negó a contesta diciéndoles que no estaba obligado a contestarles porque solo rendía cuentas al Rey. Y que si alguna tormenta los alcanzaba que navegaran hasta cabo verde y que allí esperaran un mes. En disconformidad los capitanes se hicieron nuevamente a la mar. Al llegar a Cabo Verde, Gaboto, dió la orden de cambiar el rumbo y poner proa hacia las costas de Brasil. Esta fue una orden que causó gran sorpresa entre marinos experimentados porque por ese camino no llegarían a las Molucas y menos durante el mes de mayo con vientos no siempre favorables. Aquí se plantea la hipótesis de que Gaboto nunca pensó ir a las Molucas y cumplir lo pactado con el Rey, su objetivo era no ir más allá del Río de la Plata. Por eso no llevó intérpretes para parlamentar en Molucas y por eso no dió el rumbo a sus capitanes en Las Palmas. Es probable que por tripulantes de Solís ya haya tenido informaciones sobre las riquezas de nuestra región y su paso por Brasil era para actualizar dichos datos con los portugueses que allí vivían, y el acuerdo con el Rey fuese necesario para armar la expedición. Así continuó la navegación hacia las costas del Brasil, tierra del rey de Portugal donde le estaba prohibido llegar. En el viaje varias veces hubo rencillas con los capitanes Rojas y Rodas por cuestiones menores. Llegados a Pernambuco y anclados para buscar agua dulce se acercó una canoa donde venía un cristiano llamado Jorge Gómez quien les informó donde estaban y la existencia de una factoría portuguesa al mando de Manuel Braga donde podrían descansar. Dice Medina al respecto “Braga y sus compañeros hicieron a Caboto el buen acogimiento que les fue posible.Iban a la capitana con frecuencia, asi como los de a bordo bajaban a tierra, donde se le veia a aquel hablando apartado con Caboto y Rifos,44 con sus botas de vino para solazarse a veces, habiendo sido uno de los que mas relaciones cultivo con los tripulantes, y especialmente con Rojas, Jorge Gomez, aquel que primero habia subido a la capitana cuando llego alii la armada”. Es aquí donde se pone de manifiesto la voluntad de Gaboto de cambiar el rumbo y dirigirse al río de Solís en busca de las riquezas sobre las que venía escuchando. Lo charla primero con el Capitán Caro que era de su confianza y luego lo propone a los demás capitanes. Así se produce la siguiente escena “Caboto mandó llamar a los capitanes y oficiales de la armada, esto es, a Rojas y Caro, como capitanes, a Fernando Calderon y Juan de Concha, tesorero y contador de la capitana, respectivamente a Miguel de Valdes, Juan de Junco y Gonzalo Nunez de Balboa, que desempenabanvcargos analogos en las otras naves. A los veedores por los armadores no los citó”. Allí les informó acerca de las riquezas existentes muy cerca de donde ellos estaban, y les propuso cambiar la ruta hacia las Molucas e ir en busca de sobrevivientes de la expedición de Solís que se hallaban en la isla Los Patos, los cuales sabían de dichas riquezas y conocía el camino hacia ellas. Terminada la exposición de Gaboto tomó la palabra el Capitán Rojas quien dijo “que debian recibirse con mucha desconfianza las palabras de esos Portugueses, que podían ser muy bien mentirosas, pues, sabedores como estaban, de las diferencias surgidas entre Espana y Portugal con motivo de la posesión de las Molucas, era de temer que, al dar esas noticias, su verdadero propsito fuese desviar de su destino la expedición en que se hallaban empeñados; que, por otra parte, el Emperador les ordenaba que fuesen a la Especería y que por nada del mundo debían de dejar de seguir ese viaje, pues aunque volviesen a Sevilla con las naves cargadas de oro hasta las gavias, no cumplirían con sus honras y Su Majestad tendría razón para mandarles cortar sus cabezas, faltando de ese modo a sus mandatos”. Además agregaba que si el Capitán General y la mayoría de los capitanes y oficiales decidían hacer caso de lo dicho por los portugueses él, Francisco Rojas, no estaba de acuerdo. Sebastián Gaboto al verse enfrentado en sus opiniones se pone furioso y manifiesta que él sabe lo que el Rey quiere, ante esa exaltación Caro, Concha y Calderón apoyan a Gaboto y así se cumple con la orden del rey que decía que para cambiar el rumbo se necesitaba el asentimiento de capitanes y oficiales de la Armada. Pero desde ese momento el capitán Rojas sería visto como un enemigo personal por Gaboto. El 2 de julio de 1526 Gaboto inició un juicio contra Rojas, armado de testimonios no del todo creíbles que prestaron sus amigos Miguel Rifos, Gonzalo Nuñez de Balboa y Matías Mafrolo. Este último fue llamado a declarar siendo contramaestre de la nave Trinidad y estando destinado allí por Gaboto para que controlase y observase a Rojas que era su capitán. Sobre éste juicio al regreso a España fueron indagados los sobrevivientes y así respondió Alonso Bueno ”expresa que parte de los testigos me dijeron que habían sido rogados e sobornados por el dicho Miguel Rifos Gonzalo Nuñez, tesorero de la nao del dicho Francisco de Rojas, me dijeron como les habían hablado de parte de Sebastián Caboto que dijesen e declarasen como el dicho Francisco de Rojas se quería alzar con su nao”. Varios fueron llamados a declarar (Antonio Ponce, íntimo de Caboto, paisano de Rifos, maestre Fernando de Molina, el clerigo Francisco Garcia, el bachiller Alcazar, Esteban de Lezna, italiano, Otavian de Brine, italiano, Baptista Negron, maestre de la Trinidad, Caspar de Cazaña, italiano, Nuñez de Balboa y Antonio de Montoya, los dos que estaban reñidos con Rojas y a quienes amparaba Caboto; Juan de Junco y Nicolás de Nápoles, asimismo italiano) y el 9 de agosto Gaboto dió a conocer lo actuado a sus amigos, pero como no encontraban delitos graves prosiguió la investigación. El 19 de setiembre llamó a Rojas a declarar, a pesar de que Rojas se defendió de cada una de las acusaciones, Gaboto lo mandó preso a la Sta María del Espinar durante 8 días. De éste proceso existieron dos copias, una se quemó en Sancti Spíritus y otra llegó al Consejo de Indias. Antes de salir de Pernambuco mandó Gaboto a soltar a Rojas y a abrir un proceso contra otros dos enemigos que apoyaron a aquél, Brine y Méndez. Permanecieron cerca de 3 meses, y por fin el 29 de setiembre de 1526 partieron. Con él llevó a Jorge Gómez, aquel que entrara en contacto con los españoles apenas estos arribaron a Pernambuco. Lo eligió por su conocimiento de la zona. Prosiguieron la navegación hacia el sur siguiendo la costa, con buen tiempo llegaron a la isla de Santa Catalina donde encontraron cristianos qu e vivían entre los naturales. Era ya el mes de octubre y entre esos cristianos había sobrevivientes de las expediciones de Loaísa y de Díaz de Solís. De ésta última expedición se hallaban Enrique Montes y Melchor Ramírez. Mandó Gaboto a buscarlos y el primero que llegó fue Montes quien le dijo “que estaba cierto de que si fuese al Río de Solís y subiese por el Paraná arriba, no tenía en mucho cargar sus naves de oro y plata, aunque fuesen mayores, porque el dicho rio de Paraná y otros que a él vienen a dar iban a confinar con una sierra, adonde muchos indios acostumbraban ir y venir, y que en esta sierra habia mucha manera de metal”. Al otro día llegó Ramírez quien confirmó lo dicho por Montes. Anoticiado Gaboto de las riquezas mandó a realizar una nueva reunión con oficiales y capitanes a fin de informar las nuevas noticias dadas por Ramírez y Montes. Otra vez Rojas se opuso a la decisión del Capitán General de cambiar el rumbo pero como la mayoría aceptó, la ruta fijada fue hacia el río de Solís. Antes pensaron recoger madera para hacer un nuevo batel para la nave capitana en el puerto de Los Patos donde vivían los náufragos mencionados. Dice Medina: A ese efecto dispuso que Anton de Grajeda, maestre de la nave capitana, el piloto mayor Miguel de Rodas fuesen a sondar entre la isla de Santa Catalina y la tierra firme para que viesen si habia lugar para llevar las naos allá. Fueron ambos en efecto y volvieron diciendo que habían hallado seis brazas en lo más bajo del canal. En consecuencia, leváronse las anclas, y como el viento era contrario y la corriente mucha, dijóles Caboto que se recelaba de que no fuesen a dar en unos peñascos que estaban ahi cerca, y en esta plática se hallaba con Grajeda, que empuñaba el timón, y con Rodas, que llevaba la sonda, y cuando apenas se habia apartado un tiro de verso del fondeadero, la nave fue a estrellarse en la punta de la isla de Santa Catalina, tumbándose inmediatamente hacia un costado y llenándose luego de agua. Ocurrió este hecho el 28 de Octubre. Así se hundió y se perdió la nave capitana. Varios días tardó el rescate de cosas, entre ellas de parte del trigo y vino que venían en sus bodegas. Se resolvió asegurar las naves en dicho puerto y cortar madera para hacer una nueva embarcación. Tardaron 40 días en hacerlo, mientras tanto vivieron del intercambio comercial con los indios. En medio de estos contratiempos se produce una epidemia que causó varias muertes, por los datos recogidos debido a fuertes dolores, vómitos y grandes fiebres.
El 9 de setiembre de 1526 una vez provistos de una nueva nave de bajo calado para navegar ríos y arroyo, parte la expedición de Los Patos rumbo al río de Solís acompañados Ramírez, Montes y sus familias. Antes de partir mandó Gaboto dejar en tierra a Méndez , Rojas, y Rodas, cosa que se realizó sin más trámite que el accionar del alguacil mayor de la Armada. Fueron abandonados en la Isla y luego pasaron al continente, según Gaboto les dejó provisiones, vino, ropa, bizcochos y pólvora. A partir de allí Gaboto se sintió más libre de tomar decisiones sin aquellos capitanes que se atrevieron a cuestionar su autoridad. Brine, el representante de los más acaudalados armadores, a quien traía preso desde Pernambuco, había muerto en Santa Catalina, sin salir en libertad; el animoso capitán de la Trinidad (Rojas) , su piloto mayor (Rodas), su teniente general (Méndez), allí quedaban desterrados por voluntad suya; de los restantes, el único destinado a hacerle sombra con el tiempo, Alonso de Santa Cruz, era entonces un joven de apenas veinte años de edad, que no se ocupaba aún de náutica ni cosmografía. Con vientos muy favorables en 6 días llegaron a la boca del río de Solís. Allí estuvieron casi un mes fondeados, hasta que comenzaron a explorar y el 6 de abril hallaron un lugar seguro al que bautizaron como San Lázaro en la boca del río Uruguay. Por medio de lenguaraces supo de boca de los indios que muy cerca vivía un sobreviviente de la expedición de Solís llamado Francisco del Puerto. Conocida la noticia en la región de la llegada de una armada española se presentó Francisco del Puerto ante Gaboto y afirmó todo lo referente a la existencia de las Sierras de la Plata aguas arriba por el Paraná. Caboto acordó entonces embocar por el Paraná, dejando en San Lázaro las dos naves a cargo de Antón de Grajeda, con orden de que buscase un puerto más seguro donde fondearlas, a cuyo intento puso treinta hombres a sus órdenes; dejó en San Lazaro otros diez o doce a cargo de la mucha hacienda que había hecho colocar en tierra, y él con la carabela bergantín San Gabriel y la galeota Santa Catalina penetró al Paraná por el brazo de las Palmas, el 8 de Mayo (1527). Grajeda en cumplimiento de sus órdenes encontró un puerto más seguro río Uruguay arriba al que llamó San Salvador donde fondeó las naves mayores. Durante las primeras cuarenta y ocho leguas que fue siguiendo aguas arriba del Paraná no vio persona alguna de quien tomase lengua de ninguna cosa, pero en aquel sitio le salió a recibir de paz un cacique de la nación de los chandules, quien se sacó de la cabeza y le presentó una cofia con cierta chapería de oro y cobre y cierta plata baja, que Caboto, después de examinarla, se la devolvió, rogándole que la llevase en nombre suyo. Por fin, doce leguas más arriba, en la confluencia del Paraná-Coronda con el Carcarañá, que era el que Francisco del Puerto le había dicho que descendía de las sierras, donde comenzaban las minas de plata y oro ; resolvió establecer de asiento su cuartel general, a cuyo intento comenzó luego a fabricar una casa de tapias cubierta de madera y paja. Y esa fue el que llamó fuerte de Sancti Spiritus.
El camino de Gaboto... de España al rio Cara-cara aña.
Por Prof. Ricardo N. Gonzalez.
Fotos: Itamaraca (Brasil) - Puerto Gaboto (Argentina)
Como todos conocemos, partieron de San Lúcar de Barrameda, con vientos favorables navegaron hacia la isla de Palma que se hallaba en las Canarias. Esta parte está muy bien relatada en la carta de Luis Ramírez, quien dice que “después de 7 días fondearon en el puerto de Fayal”. Pero aquí se produce un primer contratiempo, Gaboto contradiciendo los consejos del Rey permite que la gente baje a tierra y allí desertaron 4 tripulantes. Pasaron 17 días en Las Palmas. Allí se sucedieron reuniones de amigos que luego serían utilizadas para inventar complots y actos de traición. Lo cierto es que provistos de agua, leña, alimentos frescos y de 8 marineros que se sumaron, la expedición siguió su viaje. No sin antes mandar Gaboto al capitán Rifos a confiscar todas las cartas que la tripulación habíaa escrito y dejada en dicha isla para ser enviada. Hecho que causó resentimiento hacia el Capitán General. A lo cual se sumó otro incidente, no bien embarcados los capitanes le preguntaron a Gaboto cuál era el rumbo que iban a seguir y qué ruta tomarían?, el Capitán General se negó a contesta diciéndoles que no estaba obligado a contestarles porque solo rendía cuentas al Rey. Y que si alguna tormenta los alcanzaba que navegaran hasta cabo verde y que allí esperaran un mes. En disconformidad los capitanes se hicieron nuevamente a la mar. Al llegar a Cabo Verde, Gaboto, dió la orden de cambiar el rumbo y poner proa hacia las costas de Brasil. Esta fue una orden que causó gran sorpresa entre marinos experimentados porque por ese camino no llegarían a las Molucas y menos durante el mes de mayo con vientos no siempre favorables. Aquí se plantea la hipótesis de que Gaboto nunca pensó ir a las Molucas y cumplir lo pactado con el Rey, su objetivo era no ir más allá del Río de la Plata. Por eso no llevó intérpretes para parlamentar en Molucas y por eso no dió el rumbo a sus capitanes en Las Palmas. Es probable que por tripulantes de Solís ya haya tenido informaciones sobre las riquezas de nuestra región y su paso por Brasil era para actualizar dichos datos con los portugueses que allí vivían, y el acuerdo con el Rey fuese necesario para armar la expedición. Así continuó la navegación hacia las costas del Brasil, tierra del rey de Portugal donde le estaba prohibido llegar. En el viaje varias veces hubo rencillas con los capitanes Rojas y Rodas por cuestiones menores. Llegados a Pernambuco y anclados para buscar agua dulce se acercó una canoa donde venía un cristiano llamado Jorge Gómez quien les informó donde estaban y la existencia de una factoría portuguesa al mando de Manuel Braga donde podrían descansar. Dice Medina al respecto “Braga y sus compañeros hicieron a Caboto el buen acogimiento que les fue posible.Iban a la capitana con frecuencia, asi como los de a bordo bajaban a tierra, donde se le veia a aquel hablando apartado con Caboto y Rifos,44 con sus botas de vino para solazarse a veces, habiendo sido uno de los que mas relaciones cultivo con los tripulantes, y especialmente con Rojas, Jorge Gomez, aquel que primero habia subido a la capitana cuando llego alii la armada”. Es aquí donde se pone de manifiesto la voluntad de Gaboto de cambiar el rumbo y dirigirse al río de Solís en busca de las riquezas sobre las que venía escuchando. Lo charla primero con el Capitán Caro que era de su confianza y luego lo propone a los demás capitanes. Así se produce la siguiente escena “Caboto mandó llamar a los capitanes y oficiales de la armada, esto es, a Rojas y Caro, como capitanes, a Fernando Calderon y Juan de Concha, tesorero y contador de la capitana, respectivamente a Miguel de Valdes, Juan de Junco y Gonzalo Nunez de Balboa, que desempenabanvcargos analogos en las otras naves. A los veedores por los armadores no los citó”. Allí les informó acerca de las riquezas existentes muy cerca de donde ellos estaban, y les propuso cambiar la ruta hacia las Molucas e ir en busca de sobrevivientes de la expedición de Solís que se hallaban en la isla Los Patos, los cuales sabían de dichas riquezas y conocía el camino hacia ellas. Terminada la exposición de Gaboto tomó la palabra el Capitán Rojas quien dijo “que debian recibirse con mucha desconfianza las palabras de esos Portugueses, que podían ser muy bien mentirosas, pues, sabedores como estaban, de las diferencias surgidas entre Espana y Portugal con motivo de la posesión de las Molucas, era de temer que, al dar esas noticias, su verdadero propsito fuese desviar de su destino la expedición en que se hallaban empeñados; que, por otra parte, el Emperador les ordenaba que fuesen a la Especería y que por nada del mundo debían de dejar de seguir ese viaje, pues aunque volviesen a Sevilla con las naves cargadas de oro hasta las gavias, no cumplirían con sus honras y Su Majestad tendría razón para mandarles cortar sus cabezas, faltando de ese modo a sus mandatos”. Además agregaba que si el Capitán General y la mayoría de los capitanes y oficiales decidían hacer caso de lo dicho por los portugueses él, Francisco Rojas, no estaba de acuerdo. Sebastián Gaboto al verse enfrentado en sus opiniones se pone furioso y manifiesta que él sabe lo que el Rey quiere, ante esa exaltación Caro, Concha y Calderón apoyan a Gaboto y así se cumple con la orden del rey que decía que para cambiar el rumbo se necesitaba el asentimiento de capitanes y oficiales de la Armada. Pero desde ese momento el capitán Rojas sería visto como un enemigo personal por Gaboto. El 2 de julio de 1526 Gaboto inició un juicio contra Rojas, armado de testimonios no del todo creíbles que prestaron sus amigos Miguel Rifos, Gonzalo Nuñez de Balboa y Matías Mafrolo. Este último fue llamado a declarar siendo contramaestre de la nave Trinidad y estando destinado allí por Gaboto para que controlase y observase a Rojas que era su capitán. Sobre éste juicio al regreso a España fueron indagados los sobrevivientes y así respondió Alonso Bueno ”expresa que parte de los testigos me dijeron que habían sido rogados e sobornados por el dicho Miguel Rifos Gonzalo Nuñez, tesorero de la nao del dicho Francisco de Rojas, me dijeron como les habían hablado de parte de Sebastián Caboto que dijesen e declarasen como el dicho Francisco de Rojas se quería alzar con su nao”. Varios fueron llamados a declarar (Antonio Ponce, íntimo de Caboto, paisano de Rifos, maestre Fernando de Molina, el clerigo Francisco Garcia, el bachiller Alcazar, Esteban de Lezna, italiano, Otavian de Brine, italiano, Baptista Negron, maestre de la Trinidad, Caspar de Cazaña, italiano, Nuñez de Balboa y Antonio de Montoya, los dos que estaban reñidos con Rojas y a quienes amparaba Caboto; Juan de Junco y Nicolás de Nápoles, asimismo italiano) y el 9 de agosto Gaboto dió a conocer lo actuado a sus amigos, pero como no encontraban delitos graves prosiguió la investigación. El 19 de setiembre llamó a Rojas a declarar, a pesar de que Rojas se defendió de cada una de las acusaciones, Gaboto lo mandó preso a la Sta María del Espinar durante 8 días. De éste proceso existieron dos copias, una se quemó en Sancti Spíritus y otra llegó al Consejo de Indias. Antes de salir de Pernambuco mandó Gaboto a soltar a Rojas y a abrir un proceso contra otros dos enemigos que apoyaron a aquél, Brine y Méndez. Permanecieron cerca de 3 meses, y por fin el 29 de setiembre de 1526 partieron. Con él llevó a Jorge Gómez, aquel que entrara en contacto con los españoles apenas estos arribaron a Pernambuco. Lo eligió por su conocimiento de la zona. Prosiguieron la navegación hacia el sur siguiendo la costa, con buen tiempo llegaron a la isla de Santa Catalina donde encontraron cristianos qu e vivían entre los naturales. Era ya el mes de octubre y entre esos cristianos había sobrevivientes de las expediciones de Loaísa y de Díaz de Solís. De ésta última expedición se hallaban Enrique Montes y Melchor Ramírez. Mandó Gaboto a buscarlos y el primero que llegó fue Montes quien le dijo “que estaba cierto de que si fuese al Río de Solís y subiese por el Paraná arriba, no tenía en mucho cargar sus naves de oro y plata, aunque fuesen mayores, porque el dicho rio de Paraná y otros que a él vienen a dar iban a confinar con una sierra, adonde muchos indios acostumbraban ir y venir, y que en esta sierra habia mucha manera de metal”. Al otro día llegó Ramírez quien confirmó lo dicho por Montes. Anoticiado Gaboto de las riquezas mandó a realizar una nueva reunión con oficiales y capitanes a fin de informar las nuevas noticias dadas por Ramírez y Montes. Otra vez Rojas se opuso a la decisión del Capitán General de cambiar el rumbo pero como la mayoría aceptó, la ruta fijada fue hacia el río de Solís. Antes pensaron recoger madera para hacer un nuevo batel para la nave capitana en el puerto de Los Patos donde vivían los náufragos mencionados. Dice Medina: A ese efecto dispuso que Anton de Grajeda, maestre de la nave capitana, el piloto mayor Miguel de Rodas fuesen a sondar entre la isla de Santa Catalina y la tierra firme para que viesen si habia lugar para llevar las naos allá. Fueron ambos en efecto y volvieron diciendo que habían hallado seis brazas en lo más bajo del canal. En consecuencia, leváronse las anclas, y como el viento era contrario y la corriente mucha, dijóles Caboto que se recelaba de que no fuesen a dar en unos peñascos que estaban ahi cerca, y en esta plática se hallaba con Grajeda, que empuñaba el timón, y con Rodas, que llevaba la sonda, y cuando apenas se habia apartado un tiro de verso del fondeadero, la nave fue a estrellarse en la punta de la isla de Santa Catalina, tumbándose inmediatamente hacia un costado y llenándose luego de agua. Ocurrió este hecho el 28 de Octubre. Así se hundió y se perdió la nave capitana. Varios días tardó el rescate de cosas, entre ellas de parte del trigo y vino que venían en sus bodegas. Se resolvió asegurar las naves en dicho puerto y cortar madera para hacer una nueva embarcación. Tardaron 40 días en hacerlo, mientras tanto vivieron del intercambio comercial con los indios. En medio de estos contratiempos se produce una epidemia que causó varias muertes, por los datos recogidos debido a fuertes dolores, vómitos y grandes fiebres.
El 9 de setiembre de 1526 una vez provistos de una nueva nave de bajo calado para navegar ríos y arroyo, parte la expedición de Los Patos rumbo al río de Solís acompañados Ramírez, Montes y sus familias. Antes de partir mandó Gaboto dejar en tierra a Méndez , Rojas, y Rodas, cosa que se realizó sin más trámite que el accionar del alguacil mayor de la Armada. Fueron abandonados en la Isla y luego pasaron al continente, según Gaboto les dejó provisiones, vino, ropa, bizcochos y pólvora. A partir de allí Gaboto se sintió más libre de tomar decisiones sin aquellos capitanes que se atrevieron a cuestionar su autoridad. Brine, el representante de los más acaudalados armadores, a quien traía preso desde Pernambuco, había muerto en Santa Catalina, sin salir en libertad; el animoso capitán de la Trinidad (Rojas) , su piloto mayor (Rodas), su teniente general (Méndez), allí quedaban desterrados por voluntad suya; de los restantes, el único destinado a hacerle sombra con el tiempo, Alonso de Santa Cruz, era entonces un joven de apenas veinte años de edad, que no se ocupaba aún de náutica ni cosmografía. Con vientos muy favorables en 6 días llegaron a la boca del río de Solís. Allí estuvieron casi un mes fondeados, hasta que comenzaron a explorar y el 6 de abril hallaron un lugar seguro al que bautizaron como San Lázaro en la boca del río Uruguay. Por medio de lenguaraces supo de boca de los indios que muy cerca vivía un sobreviviente de la expedición de Solís llamado Francisco del Puerto. Conocida la noticia en la región de la llegada de una armada española se presentó Francisco del Puerto ante Gaboto y afirmó todo lo referente a la existencia de las Sierras de la Plata aguas arriba por el Paraná. Caboto acordó entonces embocar por el Paraná, dejando en San Lázaro las dos naves a cargo de Antón de Grajeda, con orden de que buscase un puerto más seguro donde fondearlas, a cuyo intento puso treinta hombres a sus órdenes; dejó en San Lazaro otros diez o doce a cargo de la mucha hacienda que había hecho colocar en tierra, y él con la carabela bergantín San Gabriel y la galeota Santa Catalina penetró al Paraná por el brazo de las Palmas, el 8 de Mayo (1527). Grajeda en cumplimiento de sus órdenes encontró un puerto más seguro río Uruguay arriba al que llamó San Salvador donde fondeó las naves mayores. Durante las primeras cuarenta y ocho leguas que fue siguiendo aguas arriba del Paraná no vio persona alguna de quien tomase lengua de ninguna cosa, pero en aquel sitio le salió a recibir de paz un cacique de la nación de los chandules, quien se sacó de la cabeza y le presentó una cofia con cierta chapería de oro y cobre y cierta plata baja, que Caboto, después de examinarla, se la devolvió, rogándole que la llevase en nombre suyo. Por fin, doce leguas más arriba, en la confluencia del Paraná-Coronda con el Carcarañá, que era el que Francisco del Puerto le había dicho que descendía de las sierras, donde comenzaban las minas de plata y oro ; resolvió establecer de asiento su cuartel general, a cuyo intento comenzó luego a fabricar una casa de tapias cubierta de madera y paja. Y esa fue el que llamó fuerte de Sancti Spiritus.
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