Historia de Puerto Gaboto. Camino al Quinto Centenario.
La vida en los barcos en el siglo XVI. Así viajó Gaboto y su gente.
Por Prof. Ricardo N. González.
Muchas veces nos hemos preguntado, cómo era la vida en los barcos españoles del siglo XVI?. La curiosidad y la pasión me llevaron a investigar y compartir estos datos. Para realizar éste trabajo me he servido de varias fuentes. Pero la principal ha sido la recopilación de anécdotas y testimonios de quienes viajaron en ellos por aquellos tiempos. Si bien muchos de los logros alcanzados por los españoles en su expansión y conquista de los territorios americanos son criticables no solo por los métodos utilizados sino por las intenciones e intereses que los movilizaban, no es menos cierto que sus aventuras y desventuras empezaban aún antes de embarcarse en esas naos que por su extensión y calado eran menores y más inseguras que un barco de pesca actual.
Acerca de la vida cotidiana en el barco,transcribo textual las recomendaciones dadas a los Capitanes de Barcos Españoles: Recomendaciones sobre los avituallamientos que deberían llevar los barcos, de hecho en las Partidas de Alfonso X El Sabio se dice lo siguiente: " deven traer mucha vianda, assí como vizcocho, que es un pan muy liviano porque se cuece dos veces e dura mas que otro, e non daña; e deven levar carne salada, e legumbres, e queso, que son cosas que con poco dellas se goviernan muchas gentes; e ajos, e cebollas para guardarlos del corrompimiento del yacer en el mar e de las aguas dañadas que breven, E otrosi deven levar agua, la que mas pudieren, ca esta non puede ser mucha porque se pierde e se gasta de muchas guisas e ademas es cosa que non pueden escusar los omes, porque han de morir cuando fallesce o vienen a peligro de muerte. E vinagre deben otrosi levar, que es cosa que les cumple mucho de los comeres, e para bever con el agua cuando ovieren sed. Ca la sidra o el vino, como quier que los omes lo aman mucho, son cosas que embriagan el seso lo que non conviene en ninguna manera a los que han de guerrear sobre la mar".
Sobre cómo se comía hay otros testimonios: "Las raciones de alimentos, por lo general, eran suministradas en malas condiciones de conservación a causa de la falta de previsión y las malas artes de los proveedores e intendentes: el bizcocho, tapicado de telarañas y muy negro, gusaniento, duro, ratoneado, poco y mal remojado", la carne, "tasajos de cabrones, quartos de oveja, vaca salada, buffano salfueso y tocino rancio, que debe ser sancochado, que no cocido, quemado, que no asado y poco que no mucho, de tal manera que, puesto en la mesa, es muy asqueroso de ver, duro como diablo de mascar, indigesto como piedras para digerir y dañoso como sara ÇaÇas para de ello se hartar"
Todos los barcos llevaban un encargado de repartir el alimento diario, al que llamaban el despensero, el perfil profesional de este hombre también estaba reglado, decía que debía ser "un hombre de mucha confianza, sufrido, callado y cortés y, como ha de lidiar con tanta gente, es necesario que lo fuera para evitar pesadumbres". Su trabajo consistía en"repartir primero los bastimentos que están cercanos a corromperse para que se gasten los primeros, proveer que nadie se quede sin ración, pesar y medir bien lo que diere sin que le quite al soldado o al marino nada de lo que le toca", junto a este hombre había otro de suma importancia, al alguacil de agua, el cual era el encargado de suministrar el preciado líquido, el reparto lo hacía "echando el agua de una tina a boca de escotilla, donde todos reciban y la vean medir". Cuando se llegaba a una costa el alguacil de agua era el encargado de bajar a tierra para buscarla, dotándosele de los hombres y grumetes necesarios.
Como se observa comer en un barco del siglo XVI no era algo para envidiar.
La cocina propiamente dicha era un fogón situado en el castillo de proa, el cual estaba formado por una bandeja de hierro, sobre el que había arena y sobre ello madera. El fuego se encendía al amanecer y se cocinaba para la tripulación y después se dejaba cocinar al pasaje, si lo hubiere, para apagarlo al anochecer, siendo responsable de este menester el contramaestre.

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